Debido a los cambios de nuestra sociedad el concepto de pareja se ha visto influido por prácticamente todos sus valores. En muchos casos estos cambios han aportado mayor libertad y bienestar, mientras que en otros, las relaciones de pareja se han visto afectadas por distintos problemas de adaptación y ajuste. Aun así, las relaciones de pareja conllevan una emoción imprescindible, y no es otra que el amor. De otra forma, las relaciones serían “sociedades de gananciales” o … simplemente dos personas que se hacen compañía exclusivamente por necesidad (miedo a estar sol@s, al rechazo, necesidad económica, etc).  Desde luego, nada tiene que ver esto con lo que significa una relación de pareja sana.

Existen tres elementos imprescindibles en las relaciones sanas: la intimidad, el deseo o pasión y el compromiso.

  • Intimidad: nos da la sensación de sentirnos comprendidos, valorados y aceptados para comprender y aceptar al otro u otra. Significa sentirse cerca del otro u otra, es un sentimiento íntimo y mutuo de confianza y bienestar, es compartir desde la reciprocidad (amigos, actividades, tiempo, hobbies, etc)
  • Deseo y Pasión: implica una sensación intensa y agradable de disfrutar con y junto al otro u otra, estar con la persona que amo. Significa sentir interés por el otro, sentir placer a su lado y deseo de estar con esa persona con la que estoy a gusto “no es la única persona en mi vida, ni la única con la que estoy bien, pero sí es, hoy, la más importante”. Si es la única nos podemos encontrar con problemas de dependencia. Deseo es lo que da vivacidad a las relaciones de pareja y fomenta un apego saludable que hace deseable el contacto físico (besos, abrazos, caricias, intimidad sexual…) y el contacto emocional (expresar sentimientos, lo que nos gusta o nos disgusta…). Ese deseo es lo que nos aporta la sensación de exclusividad, es decir, el deseo de que quieres estar con esa persona y no con otra.

Es cierto, que pasado el tiempo el deseo va mermando se pierde tensión emocional y física pero esto no quiere decir que se deje de desear al otro u otra, solo es una señal de maduración en la relación.

  • El compromiso: quizá es el más afectado por el cambio de valores de nuestra sociedad, sobre todo para quien lo considera una esclavitud, una cárcel o un «sentirse atad@ a alguien». Lejos de ello, el compromiso bien entendido tiene que ver con la estabilidad en la relación. El compromiso es aceptar al otro u otra, tal y como es, y sentirse aceptado/a a su vez (ten en cuenta que cada cual tiene una historia personal). Tiene que ver con ser capaces, ambos, de adaptarse a un proyecto u objetivo común (puede ser un proyecto de vida como tener hijos o un proyecto de vida como … no querer tenerlos). Las parejas que no comparten una filosofía de vida o proyecto común tienden a ser parejas muy inestables a las que les falta libertad, seguridad, lealtad… cuando falla esto hay más probabilidades de que aparezca tensión, inseguridad, dependencia y miedo… malos compañeros del amor.

Estas tres características son esenciales para la salud de las relaciones de pareja, cuando estas se presentan de forma desajustada nos encontramos con tres tipos de relaciones incompletas, cada vez más comunes en nuestra cultura, por otra parte:

  • La relación de pareja inestable: son aquellas que provienen de otras relaciones de pareja (separadas o divorciadas) y que ya han pasado por una relación, o relaciones, en la cual ha habido un proyecto común hecho trizas. Son parejas con una buena intimidad y deseo o conexión, sobre todo sexual, pero no hay compromiso o proyecto común, porque, principalmente, ya lo hubo y salió mal. Comparten tiempo y vida presente, el día a día, pero son incapaces de disfrutar con un proyecto común.
  • La relación de pareja superficial: son parejas que asumen el compromiso y conservan el deseo sexual pero no tienen una sana comunicación entre ell@s, más bien, expresan a otras personas lo que les gusta o disgusta de su pareja (amigos, amigas u otros confidentes). Son relaciones cargadas de secretos y confidencias a terceros. Son parejas que parece que no se conocen porque no se abren el uno al otro. No hay sensación de cohesión entre ambos.
  • Por último, la pareja compañera: son parejas que llevan mucho tiempo juntos, que se llevan bien y están bien, con proyectos futuros, con buena comunicación entre ambos. Sin embargo, les falta pasión y deseo o cohesión, les falta vivacidad en la relación. Estas relaciones tienen mayor riesgo de que algún miembro de la pareja busque placer en otros lugares o con otras personas (relación extramatrimonial esporádica o no….)

Estos tipos de relación son solo una forma de categorizar las dificultades que pueden prevalecer entre las parejas, sin embargo, solo forman parte de «la punta de un iceberg» puesto que, en el trasfondo, pueden coexistir otros problemas que afectan de forma individual (creencias erróneas sobre el amor, pensamientos distorsionados de necesidad de aprobación y dependencia, comunicación inadecuada, pasiva y/o agresiva, o ambas, sobrecarga emocional, miedo a estar sol@s y ser rechazad@s, respuestas conductuales inadecuada,…). Por lo tanto partiendo de esta clasificación y de la relevancia de restablecer tales elementos para sanar nuestras relaciones hay todo un mundo (individual y pareja) a abordar que tendrá que ser tratado en profundidad siempre por profesionales de la salud (psicólog@s acreditados y colegiados). No olvidéis que cuidar nuestra salud es una muestra de amor hacia un@ mism@, una buena forma de empezar a cuidarnos y querernos bien.

La mejor relación, antes de intimar o comprometernos con otras personas, es, desde luego, la que debemos tener con nosotr@s mism@s.

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Psicóloga y Educadora Social