Los adolescentes, a partir de los 11 años, aproximadamente, necesitan, -y también buscan-, guías y modelos en los cuales poder aprender y contrastar sus propias ideas, emociones, experiencias y decisiones, o como suelo decir «disponer de sanos espejo(s) donde poder mirarse».

La mayor parte de estos modelos de conducta los pueden encontrar en sus amigos, hermanos, tíos, abuelos, etc…, y principalmente, en los padres. Por ello, muchos de los conflictos relacionales entre padres e hij@s acontecen en este tránsito de la pubertad a la adolescencia, un momento de cambios y adaptaciones donde el modelo educativo de premios y castigos, propio de la pubertad, parece, en este período, no funcionar.

Por otro lado, un estilo educativo demasiado permisivo y sobreprotector al estilo “padres helicóptero puede favorecer, como consecuencia, que los chicos y chicas estén demasiado centrados en sí mismos y no parezcan estar muy interesados en construir otro tipo de relación con sus padres. Para muchos de nuestros adolescentes esto podría llegar a ser un verdadero conflicto.  Por un lado, desean que sus padres les traten con respeto para demostrar que pueden ser, por fin, lo suficientemente autónomos e independientes y por otro, se resisten a ello porque les compensa “la comodidad” de mantener todos los privilegios que en este momento poseen. Es decir, no les compensa tener y afrontar responsabilidades, y esto conlleva ciertos riesgos, a saber, una cierta inmadurez y la falta de valores necesarios para vivir adecuadamente en nuestra sociedad (respeto, empatía, responsabilidad, amabilidad, honestidad, Asertividad… ).

Este estilo sobreprotector, junto a la falta de límites adecuados, puede provocar en los adolescentes que al no tener la suficiente confianza, cercanía y seguridad  que esperan de sus padres puedan elegir otros guías inapropiados y en algunos casos peligrosos para su desarrollo personal, social y profesional (académico, elección de vocación y amigos y pareja, etc). Es, en este período (desde los 11 años en adelante-), cuando empiezan a coquetear con el consumo de drogas u otro tipo de relaciones inadecuadas, por ejemplo.

¿Cómo podemos evitar los padres este problema y mejorar la relación con nuestros hijos adolescentes?

  • Lo primero, evitar  juicios hacia ell@s. «Si se espera poco de ell@s, decidirán hacer lo mínimo posible»… 

Comenzar una relación cercana para que cuando los chicos y chicas hablen con sus padres no se sientan juzgados sino escuchados, apoyados, aceptados y comprendidos. Es necesario dejar a nuestros hijos e hijas adolescentes la oportunidad de desarrollarse con autonomía, decidir, actuar y equivocarse. Esto les ayudará a ser más independientes, responsables y maduros (autocontrol)

Los chavales deben aprender a controlar su comportamiento valorando, ellos mismos, lo que es bueno o malo. Solo les tenemos que ayudar a pulir sus decisiones y acciones sin perder la disciplina y límites necesarios, es decir, indicándoles aquellas conductas que no son apropiadas, porque así lo consideramos, debido a los riesgos y consecuencias que ello supone. Con ello les estamos enseñando valores y límites familiares. Por otro lado, es necesario indicarles el comportamiento de forma clara y firme que es propio realizar y las consecuencias positivas de tal cambio.

Un ejemplo de preguntas abiertas para que ellos valoren por sí mismos y decidan su comportamiento valorando las consecuencias del mismo y acompañarles en sus decisiones podrían ser:

¿Qué crees que puede pasar si decides hacer esto? … ¿Cómo te sentirías después?… ¿Hay otras opciones?

  • Es importante, en estas edades, evitar ,lo más posible, resolver las dificultades normales de los chavales, a no ser que supongan RIESGO REAL (físico, legal, personal, emocional, etc).

Nuestros hijos tienen que aprender a afrontar las dificultades de su momento vital normal, junto a las consecuencias naturales de sus elecciones y comportamientos, sabiendo que sus padres son apoyo y soporte de seguridad pero entendiendo  que ellos tendrán que aprender a esforzarse y, muchas veces, fallar y tolerar la frustración natural y necesaria que implica resolver conflictos propios de su edad.

Los padres somos una figura de autoridad y eso significa “Responsabilidad Compartida” es decir, debemos ser modelos de valores para nuestros hij@s adolescentes como son: el respeto, el afecto, el apoyo, el cariño, la responsabilidad, la amabilidad… la ternura.

  • Ayudarles a tener una vocación para que tengan una idea más clara de lo que quieren ser o en qué quieren trabajar, qué les gusta y cómo lo comenzarán a llevar a cabo:

Un ejemplo de preguntas abiertas para ayudarle en esta decisión sería:

«¿Qué te ha motivado a querer estudiar ….ese grado o curso? ¿te gustaría dedicarte a ello? ¿elegirías algo distinto?…. o, ¿qué otras opciones estabas dispuesta a considerar o a elegir? 

  • Respetar y aceptar su autenticidad ayudándoles así a aceptarse y validarse así mism@s (enfados, miedos, respeto por sus ideas y gustos, etc)  tal y como son. Les ayudaremos a fomentar su autoestima y autoconcepto,….:

Ejemplo para validar sus emociones:

«hijo, pareces hoy cansado, me gustaría escuchar por qué te sientes así» … «hemos estado muy liados esta semana, dime qué tal te va?» 

Es relevante ser pacientes y evitar juzgarles aunque contesten con monosílabos (sí, no!, déjame ….). Hay que dejarles espacio. Por ejemplo si contesta:: «no me pasa nada, ¡¡déjame!!» … le dices «¡ uy, bueno!… pareces enfadado… , en otro momento, cuando estés más tranquilo, hablamos» (les transmites confianza y respeto)

  • ¿Qué les gusta, a vuestros hijos e hijas, para poder tener una conversación sana y cercana? ¿Las motos… el deporte, la música, el baile, la lectura, pintar, …comics?

Cualquier tema que les guste servirá para ver un vídeo de youtube o Internet junto a ell@s, y así, comenzar una conversación simplemente preguntando y escuchándoles con atención y sin interrumpirles.

¿Qué crees que pasará en este vídeo? ¿Esta moto qué cilindrada tiene? ¿qué velocidad puede alcanzar? … (se trata de preguntarles e interesarnos por lo que les gusta, sin juzgarles) 

Los padres somos figura de autoridad y nuestros hijos adolescentes lo necesitan ahora más que nunca. Autoridad significa seguridad, respeto y responsabilidad, al igual que afecto, amor y cariño. Por ello, nuestro objetivo, como educadores de valores familiares, es que sean lo más maduros, autónomos y responsables posible y para ello, necesitan el suficiente apoyo y seguridad.

www.mariajesusescaso.com

Psicóloga y Educadora Social