Gran parte de nuestras conductas están basadas en evitar sentimientos de dolor o miedo. Y dada la cultura hedonista en la que vivimos, muchos de estos comportamientos pasan totalmente desapercibidos y normalizados entre nosotros/as. Sin darnos cuenta, cada vez vivimos con mayor desencanto o decepción, y la mejor forma de afrontarlo, según este modelo, es compensarlo de alguna forma para evitar el malestar que esto nos provoca.
Existen muchas formas para ello, entre las más reconocidas y aceptadas está el consumo de sustancias que nos ayudan a desinhibirnos y quitar «importancia» al dolor: el abuso de comida calórica, consumo excesivo de alcohol, de tabaco, otras drogas, redes sociales, el abuso de tv, internet, sexo…
También existen otras para evitar nuestros malestares como juzgar y criticar a los demás, manipular, comprar compulsivamente, las operaciones de estética, las relaciones dependientes… en fin, son formas de llenar nuestro tiempo y entretener, de alguna forma, nuestros miedos y sentimientos de decepción.
Todas estas estrategias las elegimos para evitar el malestar. Sin embargo, la vida, la real, es mucho más sabia, y aunque intentemos esquivarla y “torearla” tiene sus propias formas para que entremos en la capa del dolor necesario y normal. Si nos resistimos a lo que ella intenta enseñarnos probablemente las lecciones llegarán de forma mucho más dolorosa.
“Aquello a lo que te resistes, persiste”
dijo, Carl Jung
Por lo que por mucho que evitemos con adicciones o compensaciones varias, este proceso de la vida es inevitable, y es así para todos/as.
Tomar mayor conciencia de este hecho nos ayudará a comprender, aceptar y fluir para actuar de forma distinta ahora mucho más constructiva y saludable porque probablemente el deseo de seguir adelante y mejorar es mucho más fuerte que nuestro miedo y sufrimiento, y esta… también puede ser tu elección.
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