Al miedo se le define como la emoción primaria más adaptativa y poderosa del ser humano. Sin embargo, es un compañero de camino que no siempre es bienvenido porque nos recuerda que somos seres humanos vulnerables, falibles y frágiles. No nos gusta. Es importante, en este sentido, recordar que el miedo es una emoción que está al servicio de nuestra seguridad y supervivencia, principalmente para adaptarnos al medio en el que vivimos y, con ello, evitar peligros y amenazas del entorno.
Sin embargo, frente a la COVID-19, los seres humanos nos sentimos desprotegidos porque esta situación, y el desconocimiento de la misma, pone en cuestión la “aparente” seguridad de nuestras sociedades avanzadas. En ningún caso, cabe en nuestra cabeza, y en nuestro día a día, la posibilidad de vivir una circunstancia vital como la que estamos viviendo a nivel mundial. Por lo que adaptarnos al medio actualmente requiere de ciertos recursos para que podamos afrontar esta situación de forma que el miedo que sintamos, tanto a contagiar como a ser contagiados, nos permita ser lo suficientemente cuidadosos y responsables en nuestros comportamientos y poder, desde nuestras posibilidades, vivir esta situación de una forma mucho más realista y adaptada al momento que vivimos, cumpliendo, en la medida que podamos, aquellas normas sociales que nos permitan reducir al máximo las consecuencias vitales que nos protejan a todos y todas. Para ello, es importante acudir a información contrastada, por profesionales de la salud, para recibir la ayuda necesaria en aquellas dudas y preocupaciones que nos sobrevengan. Se trata de fomentar una actitud preventiva para sentirnos más seguros frente a las circunstancias actuales que todos y todas vivimos y, con ello, minimizar nuestra incertidumbre frente a la COVID-19.
Pero,… ¿Qué nos pasa cuando el miedo comienza a tomar demasiado poder en nuestro día a día?
Probablemente vivir en una sociedad cuyos valores compartidos se basen en el consumismo y utilitarismo individualizado, positivista y excesivamente materialista, nos haya hecho creer en un anhelo idealizado de que podemos vivir sin miedo y seguros sin temer al futuro ni a lo desconocido y sin dudas ni incertidumbres. Nos gustaría no temer lo que sentimos y que, en realidad, nos enseña lo que somos y no aceptamos: seres humanos falibles, frágiles y vulnerables frente a las circunstancias que escapan de nuestro control. Bajo este paraguas de “cuestionable” seguridad total, el miedo se puede convertir en nuestro máximo enemigo y en el más tirano de nuestras emociones.
En cualquier caso, el cómo nos adaptemos a este nuevo escenario va a depender de muchos factores, no siempre las mismas recetas valen para todos. Más que nada porque nuestra propia idiosincrasia, personalidad y carácter, se verá influido por nuestras propias vivencias, muchas veces aprendidas y otras condicionadas por nuestras circunstancias (cada cual las suyas). Esta interrelación, tiene mucho que ver con cómo afrontamos desde nuestros miedos los problemas actuales (relacionales, personales, profesionales, salud…) porque cada vez, y con más razón… con la que está cayendo, somos todos y todas más temerosos.
Aun así,… ¿A qué me refiero con personalidad temerosa y cómo influye esta en abordar nuestros miedos frente a la COVID-19?
Cada uno de nosotros hemos aprendido a partir de nuestras vivencias y circunstancias ciertos patrones de comportamiento que nos permiten afrontar situaciones y resolver nuestros problemas. Estos hábitos pudieron ser útiles en algunos momentos de nuestra vida y en distintas circunstancias. Es decir, lo que sirvió cuando tenía 15 años no tiene por qué cumplir la misma función hoy, y lo que nuestros padres y madres nos aconsejaron, mal o bien, a la misma edad, tampoco.
Somos muchos los que nos hemos visto modulados (moldeados) por el miedo de otras personas (familia, educación, cultura…). El miedo tiene, como otras emociones, el privilegio de contagiarse y retroalimentarse, por lo que, si convivimos con personas excesivamente temerosas, caracterizadas por tener baja capacidad para encarar las amenazas de un modo satisfactorio y adaptativo, que suelen infundir y resolver sus conflictos produciendo más temor a los demás, tendremos más probabilidades de repetir los mismos patrones de comportamiento aprendidos. Así, nos podemos encontrar con personas más propensas a actuar de forma dependiente, evitativa, obsesivas con el control y la perfección. Otras, sin embargo, despliegan conductas antisociales.
Estas últimas, conductas antisociales, llaman especialmente la atención, por aquello de “mejor que tengan miedo los demás” o “yo soy más porque tú eres menos”. Esta apariencia de seguridad e invulnerabilidad hace que quienes estén a su alrededor se sientan inseguros y vulnerables, suelen ser personas incapaces de adaptarse a las normas que no impongan ellos, y… lo que es aún más sorprendente, presentan cierto grado de satisfacción ante el fallo, el sufrimiento, la angustia, el desconcierto o el miedo de los demás. Es notoria su falta de empatía, la ausencia de reconocimiento frente al daño que producen a los demás y, sobre todo, su miedo. No muy lejos de ellos, se encuentran los cazadores de experiencias fuertes que les hagan sentir vivos, desde relaciones de «usar y tirar», conductas autodestructivas, adicciones y otros riesgos físicos, económicos y personales y por último, señalar personas con tendencia a patrones de conducta conformistas, se conforman con poco por no arriesgarse, son los que «cruzan el río por las piedras para no mojarse»… Son personas más proclives a dejarse llevar por las ventajas del sistema que nos dicta que para ser felices y afrontar nuestros miedos lo que necesitamos es un coche nuevo, una moto… o un cambio radical de nuestra imagen física.
Desde este recorrido de distintas personalidades, temerosas o no, una situación como la que estamos viviendo en nuestros días puede conllevar ciertos problemas a la hora de llevar una vida mucho más adaptada a la realidad que vivimos. Por ello, es fundamental ponerse en manos de profesionales de la salud psicológica que entiendan todo este funcionamiento y con ello, abordar las dificultades con las que nos vamos encontrando frente a nuestros miedos partiendo, siempre, de que a pesar de que psicólogas y psicólogos tengamos cada vez mayor representación mediática, LAS MISMAS RECETAS NO VALEN PARA TODOS Y TODAS.
Psicología y Educación Social – Psicología clínica y sanitaria
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