Como dijo C. Rogers (psicólogo humanista) todos tenemos los recursos necesarios para alcanzar nuestros objetivos y desarrollarnos eficazmente pero esto no se produce si no existe el clima y/o situación adecuados. Difícil, por ello, tener una actitud positiva frente a la vida, cuando esta (circunstancias familiares, estrés laboral, duelos, divorcio, pérdidas, enfermedades, etc.) no es lo suficientemente óptima ni saludable. La psicología positiva, mal interpretada, ha recibido bastantes varapalos por esta cuestión.

Sin embargo, todos y todas, sabemos el poder terapéutico y adaptativo que tienen los buenos sentimientos y pensamientos para afrontar tales dificultades y adversidades, muchas veces, connaturales al ser humano. Somos, en general, mucho más resistentes de lo que normalmente pensamos frente a las circunstancias adversas de nuestra vida.

En muchas investigaciones en relación a la psicología positiva se describen estos «poderes» . Quizá quede en cuestión aún el porqué unas personas frente a otras somos más, o menos  optimistas…

¿Qué lo determina?, ¿es necesario tener optimismo para hacer algo distinto en la vida y sentirnos bien? o por el contrario … ¿haciendo algo distinto, esta vez, podremos sentirnos emocionalmente mejor?.

Para responder a estas cuestiones se dice que solo un 10% de nuestra predisposición al optimismo y felicidad corresponde a las circunstancias, el 50% a nuestro marco referencial (genética, historia personal, contextos, experiencias, etc) y un 40% depende de nosotros mismos mediante nuestra actitud, valores, voluntad, compromiso y esfuerzo para mejorar nuestra vida y cambiar algunos hábitos y comportamientos.

Todos los estudios sobre sentimientos positivos y otros procesos vitales correlacionan entre sí. Así, con el buen humor y los buenos sentimientos se piensa mejor, nos relacionamos mejor, vivimos mejor y, probablemente, lo haremos durante más años.

Por ello, es relevante posicionar la psicología positiva no desde una visión meramente superficial, en la que se ha visto comúnmente abocada, sino más bien desde una intervención constructiva psicológica donde la prevención y el bienestar de las personas y sociedad en su conjunto sea su principal objetivo.

Como psicoterapeuta he aprendido a relacionarme con la psicología positiva desde este punto de vista. Pretendo transmitirla desde una realidad mucho más serena y menos estridente, es decir, pretendo trabajar y contagiar bienestar con el objetivo de ayudar y acompañar, en la medida de mis posibilidades, a las personas para aprender, conjuntamente, a ser mucho más comprometidas y responsables con nuestro propio bienestar, entendiendo este concepto como un continuo en la vida a pesar de las circunstancias. Porque si otorgamos a las circunstancias el poder de determinar nuestra conducta lógicamente terminarán por hacerlo. A todos y todas nos condicionan las adversidades de la vida, duelen y nos afectan, sufrimos por ello, pero esto no significa que, desde la aceptación y el compromiso necesario no podamos hacer nada para dirigir y construir una vida con mayor bienestar.

Aprender esta condición flexible nos dará seguridad y una sana autoestima para poder ser mucho más dueños de nuestras acciones e influir en nuestro destino. Por otro lado, también será necesario revisar nuestra escala de valores y principios para ser mucho más libres y no aferrarnos a normas y reglas sociales provenientes de un sistema cada vez más pobre y falto de valores significativos.

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