Ingenuamente, o no, suelo pensar que detrás de cada comportamiento hay un motivo verdaderamente justificado. Y es ahí, en esa motivación, donde podemos llegar a comprender qué nos lleva a hacer o actuar de la manera que lo hacemos.

Prácticamente todos/as Intentamos defender nuestras prioridades o aquello que tenemos miedo de perder. Por ese motivo, ponemos todos los medios necesarios para protegemos de posibles amenazas, sean estas las que sean. Para algunos/as, es la pérdida de su libertad, autonomía para otros es la seguridad, la estabilidad… la soledad u otros… simplemente necesitamos tiempo. 

Todos y todas actuamos en consonancia con esas motivaciones o prioridades y cada uno/a tenemos las nuestras

Ante la percepción de esas amenazas de quién, interpretamos, muchas veces erróneamente, invade o ataca nuestras prioridades nos ponemos a trabajar, y actuamos de forma instintiva y automática, algunos ponemos distancia, límites, otros/as actuamos a la defensiva y reaccionamos con ira, rabia, tristeza o miedo. Estas emociones y comportamientos estarán influyendo de alguna manera a otras personas negativamente, muchas veces, con el objetivo de mantener, como sea, esa prioridad nuestra tan necesaria a resguardo.

Mi trabajo, como educadora y psicóloga social, me ha ayudado a indagar, observar, analizar y sobre todo, comprender el comportamiento de los demás para no precipitarme en sacar conclusiones confusas. Y cuando esto ocurre es entonces cuando puedo reaccionar de forma mucho más adecuada y positiva en las relaciones llegando a comprender cuál es la motivación que lleva al otro/a a actuar de la forma que lo hace.

Reconozco que es necesario tener cierto equilibro, aprendizaje o fortaleza emocional para poder observar de esta forma a las personas que nos rodean (nuestra pareja, hijos, amigos/as, familiares, etc.). Pero como suelo decir, lo más fácil es no hacerlo y  optamos por engañarnos y no ver lo que no queremos ver para no dar la importancia necesaria tomando, de esta forma, decisiones menos ajustadas a la realidad.

Así que, en vez de interpretar precipitadamente el comportamiento del otro/a, y que nos afecta negativamente (rabia, frustración, tristeza, etc), podemos entrenar esta comprensión analizando y observando (cómo es la mirada, si se dirige hacia mí cuando habla o no, la coherencia de los gestos, expresión de la cara, tensión…),  la incoherencia de las palabras con la disposición del cuerpo, si la actuación que me ha molestado es un hecho aislado, etc… antes de extraer conclusiones y generalizarlas , indagar cuál es el motivo que le lleva al otro/a a hacer lo que hace e incluso podemos preguntar abiertamente siempre desde el respeto y la asertividad necesaria.

Te animo, entonces, a poner en práctica el arte ingenuo de observar en cualquier situación de tu vida cotidiana

Cuenta conmigo, ¿te parece?

Psicología y Educación Social / josuneescaso.com