Históricamente, la preocupación por las conductas adictivas, en niños, niñas y adolescentes, ha sido escasa. Actualmente, sin embargo, las adicciones a las nuevas tecnologías (NT) están despertando cierta alarma social, entre muchos padres y madres, asociada principalmente al desconocimiento de una nueva realidad en cuanto a adaptarse a nuevas formas de comunicación propias de nuestra sociedad actual.

Por ello, para llegar a una definición clara de lo que hoy son conductas adictivas en niños, niñas y adolescentes, tendríamos que delimitarlas a partir de seis condiciones:

  • Relevancia; es decir, la importancia de la conducta en la vida de la persona
  • Pérdida de control; en cuanto a los fracasos reiterados en el intento de controlar o detener la conducta adictiva
  • Tolerancia o adaptación en insensibilidad ante los parámetros de conducta
  • Dependencia psicológica
  • Pérdida de interés por otras actividades
  • Indiferencia grave en la vida cotidiana

En mi consulta, muchos padres y madres relatan desesperarse frente al uso excesivo de sus hijos e hijas adolescentes a juegos por Internet o en red (juegos como Fortnite, PES, FIFA, Call of duty…  son los más comentados por la mayoría de ellos) y redes sociales, dedicando, en muchos de los casos, más de 40 horas semanales o  hasta hartarse de jugar.

Los datos son mucho más elevados en época de vacaciones, ya que existe menor supervisión y control por parte de los padres.

La conducta de jugar o acceder a redes sociales, en sí misma, no debe contraer problema alguno, siempre y cuando se den, claramente, las condiciones anteriores y observemos que nuestros hijos e hijas pierden interés por otras actividades o aficiones que previamente les motivaban (actividades lúdicas y/o deportivas, educativas, relacionales, etc) dando lugar a otros problemas de conducta (indiferencia, aislamiento, apatía, hostilidad, agresividad, …).

Frente a esta situación, cada vez más demandante, me encuentro, en consulta, con varios factores a tomar en cuenta. Por un lado, la propia personalidad del/la adolescente coincidiendo variables como son excesiva introversión, baja autoestima, chavales con ansiedad, baja inteligencia emocional y tendencia al aburrimiento, apatía, baja sensación de autoeficacia y escaso autocontrol de impulsos, agresividad y hostilidad y, en muchos casos, personalidad narcisista y egocéntrica. En cuanto al entorno, es relevante, tomar en cuenta la fácil accesibilidad al juego (red o Internet), uso de redes sociales, etc., como modo de relacionarse con otras personas que, a su vez, animan a jugar y conectarse. Esta situación, para muchos adolescentes, conlleva a identificarse con otros personajes ficticios (avatares) que les permiten “escapar de su realidad”. Esto les proporciona un bienestar que actúa de reforzador negativo con la consecuencia del aumento del consumo de juego y redes sociales (tolerancia) y del síndrome de abstinencia cuando dejan de jugar. Ambos síntomas son propios de conductas adictivas.

Por otro lado, es importante intervenir en el sistema familiar, en cuanto a hábitos de conducta y estilo educativo (rígido, permisivo, indiferente, etc) para tratar de encontrar estilos más seguros y sanos en cuanto al establecimiento de acuerdos, límites y contrato de días y horas de uso y, también, para (re)aprender un nuevo diálogo, con los chicos y chicas, cercano y adaptado a su desarrollo evolutivo.

Recuerdo, a muchos padres y madres, que el objetivo no es que dejen de jugar por internet, red o conexión a redes sociales, sino que, a través de un aumento de su autocontrol y autoeficacia, puedan jugar de una forma responsable y autolimitada.

En cualquier caso, nos encontramos con un problema muy actual que forma parte de los cambios sociales que provienen fundamentalmente de las nuevas tecnologías y si bien, su uso contribuye a numerosos beneficios en nuestra sociedad, están desempeñando un papel fundamental en el desarrollo de nuevas adicciones conductuales. Este problema es novedoso y aún no existe suficiente consenso en cuanto a su abordaje psicológico y/o educativo. No obstante, es importante intervenir en la prevención, psicoeducación, y entornos (familiares, educativos, etc) de tal forma que haya programas orientativos para un mejor uso o «consumo» controlado y limitado.

Psicología y Educación Social

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