Cualquier relación puede convertirse en una relación destructiva. En la mayor parte de los casos la saturación y la rutina convivencial, la infidelidad, los celos patológicos, enamoramientos alternativos … pueden hacer que cualquier pareja entre en crisis.

Es a partir de esta situación cuando, dependiendo del perfil de la pareja, la relación se torne, o no, destructiva. Por ejemplo: un perfil inmaduro probablemente se comportará de una forma sumisa y dependiente, un perfil neurótico lo hará de un modo impulsivo, controlador, manipulador, egoísta y narcisista… mientras que un perfil maduro lo hará tomando las mejores decisiones más congruentes al bienestar de la pareja, incluida la ruptura.

Hay parejas que pueden quedar enquistadas en un vínculo destructivo que convierte la crisis en una sólida estructura que, paradójicamente, les mantiene unidos.  Es normal, por ejemplo, que una infidelidad genere una crisis de confianza en la pareja e incluso llegue a la separación, pero es destructivo -y muy patológico- que durante los años siguientes la pareja continúe sufriendo por ello en forma de reproches continuos quedando, con mayor probabilidad, atrapados en una relación dependiente e infeliz.

No es de extrañar que haya parejas en una relación dependiente que en lugar de disolverla se solidifica en una relación destructiva que no saben superar, porque el recuerdo de los celos, las infidelidades, los reproches… han transformado el sentimiento amoroso en un resentimiento que los inhabilita para tomar decisiones responsables, congruentes y maduras.

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Normalmente, la combinación de una relación destructiva es la de un perfil celotípico, impulsivo, controlador… que suele ser la persona determinante para que una relación destructiva se cronifique junto a otro perfil inmaduro y/o dependiente que sufre las consecuencias del más neurótico.

Lo más normal sería que ambos perfiles reconozcan y maduren sus comportamientos para tornarlos maduros y responsables. Sin embargo, la primera dificultad es reconocerlo porque ambos, por distintas cuestiones (personales y/o vivenciales), suelen negar su estado o dudar de que un psicólog@ profesional pueda ayudarles.

Un ejemplo de este tipo de relaciones es el compuesto por personas dependientes que quedan seducidas por las personas más narcisistas, controladoras, posesivas… sobre todo por una cuestión admirativa. Para las personas dependientes encontrar a una persona que aparente seguridad, atractivo y poder suele ser muy seductor. En definitiva, y con bastante certeza, la vinculación destructiva que no madura puede erosionar seriamente el equilibrio psicológico de ambos miembros hasta el punto de perjudicar su vida personal, familiar y laboral.

El problema es que, si no hay reconocimiento, por ambos miembros, de tal estado destructivo, la mayor parte de las relaciones terminarán degradándose o quejándose de su mala suerte, pero sin cambiar nada. Por otro lado, contra más inmadura sea la relación, mayor será la propensión a la infidelidad y, por ello, mayor será la manifestación celotípica y controladora. El riesgo de esta correlación se reforzará de tal manera que la relación se convierta en un círculo vicioso e infeliz, aunque duradero.

Ambos miembros, necesitarán ayuda psicológica para madurar(se) y tomar decisiones convenientes de tal forma que, separados o juntos, puedan vivir una relación de pareja donde el resentimiento, la culpabilidad, la desconfianza y la inseguridad… no sean sus baluartes.

Es relevante, si se quiere llegar a una relación madura, incorporar congruencia en los sentimientos amorosos de tal forma que se puedan tomar decisiones para continuar la relación, con otras fortalezas (confianza, seguridad, afecto, intimidad, placer, compromiso…), o, incluso, para disolverla. Pero esta no es labor de un solo miembro de la pareja, sino que serán ambos los que tendrán que poner de su parte en la relación y, así, poder fortalecerla… Ya que de una crisis, una relación, también puede salir fortalecida. 

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Psicóloga Sanitaria y Educadora Social – Tlf 685508252