Trabajar, desde el acompañamiento psicoeducativo, con la adolescencia es algo que me estimula y apasiona. Mucho más en estos tiempos en los cuales en lugar de impedimentos, observo y aprecio posibilidades, recursos útiles y motivantes para su desarrollo y bienestar. Sin embargo, en la actualidad, parece haber cierta tendencia social a negativizar sus comportamientos, algo que tiene como consecuencia la estigmatización con el riesgo de provocar desmotivación a la hora de comprometerse con sus propias metas, planes e iniciativas.

Aunque cuando los chicos y chicas acuden a consulta normalmente verbalizan que les da igual lo que digan o piensen los demás de ell@s, ocurre que parte de su malestar: nerviosismo, tensión muscular, síntomas de ansiedad, desesperanza, apatía, desmotivación, pereza, miedo excesivo…,  es consecuencia de la valoración, o no valoración, de las personas más importantes y significativas existentes en sus vidas (padres, madres, pareja, amig@s, etc.) entendiendo por esta valoración: atención, reconocimiento, comprensión, refuerzo…

Así, tal valoración o refuerzo positivo les influirá en el mantenimiento y/o persistencia de sus planes, decisiones y en la consecución de resultados esperados de sus objetivos.

Tomando en cuenta esto, tan relevante, las causas principales de su malestar suelen deberse a dos factores fundamentales:

  • La ausencia de valoración:

“¿Para qué vas a hacer esa carrera universitaria si no tienes capacidad para ello?” “¿Para qué vas a empezar con ese trabajo si te levantas de la cama al mediodía…?» 

Resultado: aumento de desconfianza e inseguridad – > necesidad de aprobación y reconocimiento = miedo excesivo al fracaso)

  • O, el exceso de valoración y/o expectativas:

“Tú puedes con todo” “Eres el más listo o lista de tod@s” “Tú siempre consigues todo lo que te propones”…

Resultado: aumento de presión frente a las expectativas – > necesidad de tenerlo todo controlado y perfeccionismo = miedo excesivo al fracaso)

Es decir, ambas (ausencia y exceso) tienen las mismas probabilidades de provocar consecuencias similares y son igualmente perjudiciales (miedo excesivo al fracaso)

Señalo aquí la teoría “Flow» de Mihaly Csikszentmihalyi o la “U invertida de Yerkes y Dodson” que explican que el rendimiento óptimo es aquel que incluye la motivación necesaria para comprometerse con una tarea o actividad. Es decir, la motivación percibida tiene que ser lo suficientemente estimulante como para no aburrirse (apatía) ni sobreactivarse (estrés y ansiedad).

La mayor parte de las chicas y chicos adolescentes que acuden a mi consulta no pertenecen al primero de los grupos (ausencia de expectativas) sino que más bien, y debido a varias circunstancias ambientales, culturales y contextuales, suele ser el exceso de expectativas lo que da lugar a crisis de ansiedad y pánico.

En la actualidad, los chavales crecen con cierta sensación de que para tener éxito en la vida tienen que ser los más list@s, los más guap@s y los mejores e interiorizan que esto es lo que se espera de ell@s. Por lo tanto, tienen mayores probabilidades de creer que si no son exitos@s, tal y como se espera que sean, entonces serán unos fracasad@s, torpes e inútiles (visión polarizada: «todo o nada», «alegre o triste», «fe@ o guap@,…» éxito o fracaso» y valores competitivos basada en autoestima por logro)

Ocurre que, aunque en principio el interés por motivarles tiene como fin el compromiso con sus proyectos u objetivos, un exceso de confianza y expectativas suele provocar el efecto  y reacciones contrarias: presión y sobreactivación (estrés).

Tal presión percibida puede traducirse en:

  • Piensan y valoran que no están a la altura de lo que se espera de ell@ y las circunstancias del contexto (académico, personal, relacional…)
  • Tienen un miedo desproporcionado hacia el desarrollo de cualquier proyecto (bachillerato, carrera universitaria…trabajo)
  • Aumenta el riesgo de abandono de cualquier actividad por miedo a decepcionar y/o fracasar
  • Inseguridad frente al desarrollo de proyectos vitales
  • Dificultad a la hora de tomar decisiones de forma autónoma
  • Baja autoestima, culpabilidad y vergüenza por no estar a la altura de lo que se espera de ell@s
  • Ansiedad (síntomas que aparecen como consecuencia de lo dicho anteriormente)
  • Desesperanza y Depresión
  • Riesgo de intentos autolíticos / Intentos de suicidio

Motivarles, en esta etapa de su vida en las que tienen que tomar mayores decisiones (personales, académicas, laborales…), es fundamental para fomentar su ilusión a la hora de realizar sus tareas y/o proyectos, sean los que sean (elección de carrera, preferencias laborales, preferencias relacionales…). Sin embargo excedernos, puede generar reacciones adversas.

Encontrar un equilibrio para ayudarles sería el de reforzar y validar su esfuerzo y trabajo para alentarles, hacerles buenas preguntas que les ayuden a reflexionar y elegir buenas y sanas decisiones, facilitar una comunicación  expresiva y asertiva que les permita expresar sus miedos, opiniones, enfados e inseguridades y acompañarles en este proceso para darles el apoyo y la ayuda que necesiten. Este acompañamiento será clave a la hora de ayudarles en la tarea tan importante de tomar decisiones relevantes de forma que puedan prevenir otros problemas o riesgos.

Por otro lado, cada adolescente es una persona en construcción con sus características y rasgos personales, genéticas y experiencias genuinas. Esta autenticidad hace que seamos los demás (familia, profesionales, educadores, …), de forma (co)responsable, los que adaptemos nuestro apoyo dependiendo de sus diferentes necesidades. Tarea motivante, siempre que se realice desde el respeto y la comprensión, dos valores que sin duda les ayudará a desenvolverse frente a las adversidades.

Psicología y adolescencia

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