Comportamiento agresivo. Una reacción a la frustración

Psicólogos como Dollard y Miller en estudios sobre Teorías de la Personalidad afirmaron que la agresión es una reacción a la frustración. A priori, esta frase puede chocarnos, porque cuando observamos un comportamiento agresivo (gritar, insultar, juzgar o criticar desconsideradamente, amenazar, chantajear, humillar, ataques físicos…) de alguien, lo último que se nos ocurre es que está frustrada. Lo más curioso de esta situación es que la propia persona tampoco se reconocerá como alguien “frustrada”.

Si bien es cierto que las personas normalmente tenemos una idea más o menos clara acerca de cómo deberían salir las cosas: cómo debemos ser tratados, cuáles son nuestros valores y normas, nuestras prioridades, … Es sano aceptar que no siempre es así. Alguien (o algo) habrá que rompa esas reglas (absolutamente claras para nosotros) y esto no tiene otro nombre que frustración: malestar que surge cuando no se han cumplido determinadas expectativas.

Ante la frustración podemos reaccionar de distintas maneras, sobre todo dependiendo de la situación, de la gravedad de la frustración, del significado que le demos o de nuestros hábitos de comportamiento de respuesta. Por eso, podemos desde no hacer nada, pasando por sentirnos confundidos y no saber qué hacer ni qué pensar, hasta manifestar nuestra frustración desde el llanto, la ansiedad y la agresividad. También, por supuesto, podemos expresar asertivamente nuestra emoción, pero esta cuestión será un aprendizaje que tendremos que incorporar como alternativa a nuestras opciones de respuesta.

Un aspecto para tener en cuenta es que no siempre que nos sentimos frustrados estallamos en rabia, pero lo más probable es que casi siempre que respondemos con rabia haya sido porque había frustración detrás. Por otro lado, con respeto a esta respuesta, también hay muchos matices entre las personas:

  • Las que raramente expresan enfado o incluso nunca lo expresan
  • Las que aguantan mucho y de pronto “explotan”
  • Algunas que solo expresan su enfado con ciertos temas
  • Y quienes han asumido el comportamiento agresivo como un hábito de respuesta a la más mínima ocasión

Como he señalado antes, las personas con conductas agresivas no son demasiado consciente del efecto que causa la expresión de su ira o rabia, en muchas ocasiones no valoran otras razones para disminuir su comportamiento agresivo. Y, muy probablemente, dirá que solo está manifestando su enfado porque tiene derecho a hacerlo: “yo soy así”. Es decir, no se plantean la posibilidad de mejorar o cambiar su comportamiento. Es más, dirán que esa es la única forma de hacer que las cosas cambien o que determinada situación no vuelva a suceder… según su criterio.

Entonces, ¿Qué es lo que hay detrás del comportamiento agresivo de una persona?

Hay, entre otras, tres afirmaciones que suelen mantener la preferencia por dar respuestas agresivas:

  • Una de ellas tiene que ver con el comportamiento externo, normalmente impulsivo, mostrando un déficit de autorregulación que impide a la persona reflexionar sobre las consecuencias de su comportamiento muchas veces culpabilizando a otros: es difícil para ellas reconocer un comportamiento agresivo, es preferible culpabilizar al mundo y si reconocen su comportamiento lo suelen hacer con un fin un tanto victimista y a veces manipulador.
  • Otra, tiene que ver con patrones de pensamiento un tanto rígidos y polarizados (la vida es en blanco o negro), sin admitir matices. En su forma de relacionarse cuando hay discrepancias tienen que ganar o perder, a priori no les vale con sentirse a la misma altura que los demás. Para ellos no existe el término medio. No toleran sentirse menos que nadie y dominan perfectamente las estrategias para imponerse, aun a costa de perder otras cosas.
  • Por último, el exceso de emocionalidad les impide reflexionar otra respuesta más operativa que la agresiva. Muestran un déficit de autocontrol para gestionar la rabia y el enfado mostrándose muchas veces impacientes e impulsivos.

Para muchas personas el mantenimiento de conductas agresivas se ha visto reforzada positivamente porque ofrece, o eso creen, soluciones rápidas y eficaces. Supone en muchos casos un claro desahogo de la tensión mantenida sobre todo cuando los demás muestran una actitud sumisa o indiferente (evitativa), es decir, cuando no obedecen o se someten a ellas. Por otro lado, la agresividad llama a la agresividad, por lo que existen riesgos de convertir una conversación en una lucha de poder entre dos personas desahogando sus frustraciones y tensiones.

Existen muchas técnicas cognitivo conductuales para disminuir las conductas agresivas pero desde un análisis funcional de la conducta hay tres máximas a considerar: las respuestas agresivas no sirven de nada, hay otras alternativas y estrategias para solucionar los problemas y preocupaciones y, por último, con la agresividad solo suscitarás una reacción emocional haciendo daño a personas importantes con riesgo de saturar y poner en peligro las relaciones.

Por lo tanto, se trabajará desde lo conductual analizando causas, conducta y consecuencias como cognitivamente elaborando pensamientos anti ira, pensamientos alternativos y elaboraciones de aplicación en estrategias asertivas alternativas a la rabia/ira, resolución de problemas que permita a la persona acudir a otras opciones con resultados mucho más operativos.

Solemos relacionar estas dificultades con períodos de la adolescencia. Aun así, para muchas personas adultas las conductas agresivas suelen ser la única opción para afrontar su frustración y es probable, que frente a la dificultad de autocrítica sean las personas afectadas por ellas las que acudan a psicoterapia llegando a cierta resignación y desesperanza “ya sabes cómo es”… normalmente por la percepción de imposibilidad para afrontar la relación. El acompañamiento psicoterapeutico será un reto que, sin duda, conllevará beneficios y resultados mucho más favorables para todas y todos.